Después del nacimiento de Mikel y Kiara, la familia de Alexander Acha pensó que ya no sería posible seguir creciendo. En 2016 a María Rojo, la esposa de Alex, le habían diagnosticado una condición médica compleja, la enfermedad de Lyme. De inmediato fueron con varios profesionales de la salud y los pronósticos no eran alentadores.

Meses después, estando de paseo en Canadá, tropezaron con una pequeña basílica, el oratorio de San André Bessette, y la casa donde vivió el santo estaba muy cerca de la basílica, así que fueron a visitarla. Estando allí, vieron la enorme cantidad de placas y mensajes de agradecimiento. Alex le pidió al santo, de rodillas, que curará a su esposa y que le permitiera tener un hijo más.
Un año más tarde, María Rojo fue a acompañar a Italia a Alex para la grabación de su nuevo material discográfico y dieron con una especialista italiana. La especialista arrojó esperanza para el caso de María y les dijo que en algunos meses lograrían revertir los efectos de la enfermedad, aquello fue una noticia maravillosa.
Seis meses más tarde, la especialista les comunicó que, aunque María ya estaba curada, le sería imposible tener más hijos, a causa de las secuelas de la enfermedad que la mantuvo en vilo durante varios años, víctima de debilidad, de migrañas y de mucho dolor.
Pasaron cuatro años desde aquella providencial sanación, la familia Acha estaba resignada a que la prole de cuatro miembros no se extendería y que debían conformarse con que la salud hubiese vuelto a María. De pronto, una mañana de tantas: María Rojo le pidió a Alex que se detuviera en una farmacia porque quería comprar algo. Al llegar a su casa se hizo la prueba y corroboró que estaba de nuevo en cinta, de inmediato fueron con un médico, y efectivamente, un varoncito sería el nuevo integrante de la familia.
La alegría no se hizo esperar, Mikel y Kiara celebraron con alborozo el acontecimiento. Nueve meses después, nació el pequeño André, sano y sin problemas, nació justo el 07 de enero, día de San André Bessette.