Ay, comadres… lo que parecía imposible, pasó. El rey Carlos III decidió quitarle todos los títulos reales a su hermano, el príncipe Andrés, y con eso pone punto final a su papel dentro de la monarquía británica.
El Palacio de Buckingham lo confirmó en un comunicado contundente:
“Su Majestad inició hoy el proceso formal para retirar los títulos y honores del príncipe Andrés. A partir de ahora será conocido como Andrew Mountbatten-Windsor.”
Así que sí, comadres, el duque de York ya no es “Su Alteza Real”. Adiós trono, adiós honores, adiós privilegios.
Un escándalo que no lo suelta
Esta decisión no llega sola ni de sorpresa. Después de años envueltos en polémica por su relación con el financiero Jeffrey Epstein, condenado por tráfico sexual, el rey Carlos dijo “basta”.
Aunque Andrés ha negado haber cometido algún delito y nunca fue declarado culpable, la sombra del caso Epstein y esa desastrosa entrevista con la BBC en 2019 terminaron por sellar su destino.
El Palacio fue claro:
“Sus Majestades desean expresar su solidaridad con las víctimas y los sobrevivientes de cualquier forma de abuso.”
Una declaración que, aunque elegante, suena a “ya no te queremos cerca”.
Sin títulos, sin casa y sin privilegios
Entre lo que pierde Andrés están sus reconocimientos más importantes:
- La Orden de la Jarretera
- La Gran Cruz de Caballero de la Orden Victoriana
- Y, como si fuera poco, su residencia en Royal Lodge, Windsor.
Le notificaron que su contrato de arrendamiento se rescindió, por lo que deberá buscar dónde vivir. Sí, el príncipe tendrá que buscar casa como cualquier mortal.
La historia se repite (pero sin final feliz)
Es la primera vez en más de cien años que un miembro de la familia real es despojado de todos sus títulos. El último caso fue en 1917, cuando el príncipe Ernesto Augusto perdió los suyos por apoyar a Alemania durante la Primera Guerra Mundial.
La diferencia es que, a diferencia del rey Eduardo VIII, quien abdicó y fue nombrado duque de Windsor, Andrés no conservará nada.
Y sí, comadres, esta decisión cuenta con el apoyo del príncipe Guillermo, heredero al trono.
Una señal clara de que en la Casa Windsor no hay espacio para escándalos.
